¿Has considerado que la auto-victimización puede ser una forma de violencia?

Categoría: Psicología

En mi trabajo como psicóloga y neuropsicóloga forense (y alguna vez en mi vida personal), me he enfrentado a casos de violencia interpersonal. Algunos son reales, y otros llegan a ser falsas acusaciones. Un ejemplo reciente es el de Amber Heard y Johnny Depp.

El temor al publicar este tipo de escritos está en que se cree que, cuando se hacen visibles las falsas acusaciones o falsas denuncias, se intenta minimizar el fenómeno de la victimización, especialmente contra mujeres. Mi intención no es esta, pero sí creo que es tan necesaria la investigación y sanción de las acusaciones reales, como de las falsas acusaciones, pues ambas acaban teniendo un impacto importante sobre la salud mental, y es por ello que la información científica, puede disminuir los sesgos hacia una y otra, y hace posible una justicia más equilibrada. Pero debe quedar claro que creo que siempre que haya una sospecha de violencia de cualquier tipo es necesario que se realice una investigación penal, ya que aún en los casos en los que las personas pueden hacer falsas acusaciones, puede presentarse un evento en el que, si hayan sido víctimas, recordemos la fábula del pastorcito mentiroso.

Este es escrito tiene varios objetivos: brindar información para que las personas puedan tomar mejores decisiones, invitar a la reflexión y abrir un espacio para la discusión.

Según la OMS, la violencia interpersonal implica el uso intencional de la fuerza física o el poder contra otra u otras personas por parte de un individuo o un grupo de personas. Este tipo de violencia puede ser psicológica o emocional, física y sexual (Pueden estar todas presentes o solo una de ellas). También puede implicar privación y abandono.

Este tipo de violencia puede ir dirigido hacia uno o varios miembros de la familia (incluye los hijos, la pareja, la violencia en el noviazgo, los padres, las personas que colaboran dentro del hogar), dentro del trabajo (incluye compañeros de trabajo, subalternos y jefes), o hacia la comunidad (incluye la violencia juvenil, el bullying, entre otros).

En esta publicación, me centraré en la violencia emocional, y más específicamente en un tipo de violencia que esta menos reconocida: la auto-victimización.

De este tipo de violencia se habla poco, y hasta ahora no conozco ninguna denuncia penal por este tipo de acciones, pero es tan dañina y causa tantas secuelas como la violencia física, la sexual, y verbal.

La auto-victimización como forma de violencia ocurre cuando alguien nos atribuye lo “malo” que les ocurre, como sus fracasos, infelicidad o frustraciones.

Es posible que, a lo largo de tu vida, alguien te haya dicho alguna de las siguientes frases: “si me abandonas me mato”; “sin ti no puedo vivir”; o “por tu culpa yo no puedo ser feliz”. También es posible que alguien se haya infringido autolesiones en tu presencia para evitar que te vayas o para manipular la satisfacción de alguna necesidad. Del mismo modo puede ocurrir que alguien continuamente se siente enojado, resentido o molesto por diferentes eventos, y te culpe por sus altibajos emocionales, como por ejemplo hacerte reclamos por no responder un mensaje de texto o una llamada “a tiempo”.

No obstante, las situaciones descritas anteriormente, van acompañadas por comportamientos amorosos, afectuosos, amables y comprensivos, lo que conduce a una relación que se asemeja a lo que se siente cuando una persona se sube a una montaña rusa. Es como caminar sobre cáscaras de huevo, para evitar que la otra persona se sienta atacada o provocada, y así disminuir las posibilidades de aparición de explosiones de enojo, rabia y manipulación.

Este tipo de situaciones, se presenta con mayor frecuencia en relaciones de pareja, bien sea durante el matrimonio o el noviazgo, y se da particularmente cuando una de las dos partes intenta terminar la relación.

Las personas que ejercen este tipo de violencia, tienen dificultades para percibir bienestar y satisfacción con sus vidas. Les es difícil regular sus emociones, y mantener el autocontrol en todos los niveles. En otras palabras, la mayor parte del tiempo, su locus de control es externo, lo que les hace sentir que el control de su vida no depende de ellos mismo, sino de lo que ocurre a su alrededor.

Estas personas, suelen tomarse todo personalmente, ven la mayoría de situaciones en blanco y negro, hacen atribuciones erróneas a los comportamientos o emociones de las personas con quienes interactúan, razón por la cual se sienten heridos con frecuencia, . Para ellas, es difícil manejar la ambigüedad, y tienden a verse a sí mismas como víctimas permanentemente, y buscan que los demás validen esta imagen.

Esta forma de ver el mundo y de interpretar los comportamientos de los demás, influye en la forma en que perciben, recuerdan y relatan una interacción conflictiva con otros (suelen interpretar todo como algo muy grave; son más propensas a asumir que los demás “tienen algo en su contra”; es más probable que atribuyan intenciones negativas a otros que consideran como agresores; es más probable que sientan las emociones con mayor intensidad y duración; y tienen una mayor tendencia a recordar los aspectos negativos de un evento), lo que los lleva siempre a narrarse como víctimas y a no reconocer su papel dentro del desarrollo del conflicto, razón por la cual es más probable que busquen venganza y no otorguen o pidan perdón.

Del mismo modo, les es difícil empatizar, lo cual limita su capacidad para ver o percibir el dolor o sufrimiento de los demás, y los lleva a desarrollar un comportamiento agresivo y egoísta. Esto reduce su capacidad de insight, y no les permite ver con facilidad el daño que pueden estar causando con sus comportamientos.

Es posible también que tengan dificultades con el control de los impulsos y eso los lleve a realizar comportamientos sin pensar en las consecuencias, especialmente cuando están enojados.

Las investigaciones señalan que este tipo de comportamientos, emociones y cogniciones, pueden ser el resultado de una infancia o una adolescencia negligentes, especialmente a nivel emocional, donde el niño, niña o adolescente, percibieron o se vieron expuestos a situaciones reales o imaginadas de abandonado y culpabilización, donde los padres no cubrían las necesidades afectivas de sus hijos, o los hacían responsables de sus fracasos o su malestar. Esto lleva a los hijos a desarrollar un estilo de apego inseguro y ansioso, donde el mundo era un lugar amenazante, incontrolable e impredecible.

En este sentido, la posición de victima que se asume a lo largo de la vida, para lograr cierto nivel de aceptación, validación, controlabilidad, predictibilidad y confianza en el mundo, aunque ya no se esté expuesto a una victimización, puede considerase como una respuesta normal a uno o varios eventos traumáticos percibidos o reales durante la infancia y la adolescencia. Los comportamientos, emociones y cogniciones referidos al rol de víctima, que se construye a partir de sesgos interpersonales (de interpretación, atribución y memoria), tienen por objetivo proteger del dolor, y evitar a toda costa los sentimientos de abandono, vulnerabilidad, amenaza y desconfianza.

El tipo de apego inseguro, lleva a percibir las relaciones con los demás de una forma ambivalente. Por un lado, generan una dependencia emocional y afectiva, a través de cual validan su autoestima, y buscan compasión, atención y validación constantemente. Por otro lado, experimentan sentimientos negativos, que producen comportamientos obsesivos, agresivos y de rechazo.

Pero este lugar de víctima puede ser muy confuso y difícil de manejar para los demás, particularmente cuando se está en una relación sentimental o cuando existe un vínculo afectivo, como ocurre en una relación de amistad. Las relaciones con este tipo de personas, pueden ser turbulentas, y en el peor de los casos terminar en una denuncia penal por violencia.

Por ello es importante informarse más. Las personas que suelen victimizarse, probablemente están luchando para superar los obstáculos que se presentan en sus interacciones.

Es posible que a ellos no les sea fácil darse cuenta de su comportamiento, porque lo han usado durante gran parte de su vida para adaptarse y sobrevivir a las demandas del entorno, y es la única forma que conocen de enfrentarse al mundo. Pero es importante que no intentes solucionarlo usando las estrategias que has puesto en marcha para relacionarte con otras personas. Si sientes que no puedes manejas sus emociones o comportamientos, busca orientación o ayuda, si, aun así, sigue siendo una situación difícil y frustrante, aléjate sabiendo que no eres responsable y sin sentirte culpable, pero intenta no dejarla o dejarlo sin apoyo de otras personas que puedan manejar la situación.

Conocer el potencial conflicto que puede surgir en las relaciones con este tipo de personas, te puede evitar problemas legales, como divorcios muy complicados, conflictos en la custodia de los hijos o quedar expuesto a demandas penales, civiles o laborales, de las cuales puede ser difícil salir.

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Muchas veces el gran problema es la falta de conocimiento, no se trata de estigmatizar a ninguna persona, pero es necesario desarrollar estrategias de autoprotección, y una de ella es la información para mejorar la toma de decisiones. Si tienes una relación así, lo primero que debes hacer es buscar ayudar profesional con un psicólogo o un psiquiatra, que en realidad sea experto en este tipo de comportamientos, no todos los profesionales saben darle un manejo adecuado y a tiempo.